Encuentra el programa que buscas
Noticias / Eventos +
Noticias / Eventos

Paz: un álbum ilustrado que nos abre una ventana hacia el mundo

Por: Dra. Katelinen Rivera Paipay
Directora de la Escuela de Educación Inicial
septiembre 19, 2025
Compartir:
paz-libro-ilustrado-abre-ventana-al-mundo

La obra de la escritora Livia Malcangio y la ilustradora Chiara Ficarelli, con la dirección artística de Carmen Plaza, de la colección Historia para Todos del Fondo Editorial UCV, ha significado mucho más que un encuentro con la lectura para mí: ha sido un encuentro con la esperanza. En un mundo saturado de historias y leyendas sobre violencia, desigualdad, odio y dolor, esta obra pasa a ser un faro que brilla y señala la dirección de un mañana diferente. Como educadora y maestra de educación inicial que ha trabajado con niños y familias que viven en entornos sumamente pobres y vulnerables, no podría evitar dejar de pensar que el futuro se encuentra en las manos de los niños. Ellos son nuestras semillas y, cultivadas de amor, justicia y respeto, pueden crecer para ser un modelo vivo de cambio y dignidad.

 

Una de las historias que realmente me llegó al corazón fue la de Kailash Satyarti, quien entregó su vida a la causa de liberar a niños de empleos que les arrebataban la alegría y el respeto, mostrando una dedicación increíble hacia los más desprotegidos. Sus actos me hicieron ver que la verdadera educación trasciende las paredes de una escuela; se trata de defender a los niños con firmeza y convicción. Satyarti nos demuestra que cada niño al que salvamos de ser explotado es una vida que vuelve a empezar con ilusión, y eso es justo lo que los profesores tenemos que usar como base en nuestro trabajo diario.

 

De la misma manera, Nelson Mandela siempre ha sido una gran inspiración para mí. Su trayectoria vital nos revela que la paz va más allá de la mera falta de conflicto; es, en realidad, el fruto de un combate permanente contra la injusticia y la disparidad. Mandela nos demostró que una nación diversa, con una riqueza cultural como la nuestra, puede hallar senderos de unión si fomentamos el respeto mutuo y la hermandad. A mis alumnos les transmito a menudo que, tal como él derribó barreras y trazó rumbos hacia la igualdad, nosotros tenemos el deber de inculcar en los más jóvenes el valor del afecto y del trato digno, haciéndoles ver siempre que somos hermanos, sin importar el color de nuestra piel, procedencia o estatus social.

 

Otra narración que caló hondo en mi ser fue la de Malala Yousafzai. Su relato, una muestra de coraje al luchar por la educación femenina pese a peligros y hostilidad, es un claro ejemplo de fortaleza y equidad. Siendo tan joven, Malala demostró que expresar nuestras ideas no es solo un privilegio, sino un deber. Como mujer y educadora, me toca el alma: todas las niñas deben tener oportunidades y cada maestro está moralmente obligado a facilitarlas, no a obstruirlas. Malala me hace ver que educar es, a la vez, un desafío y un gesto de cariño.

 

Igualmente, fue significativo conocer la trayectoria de Jody Williams, quien, al igual que yo, varias de mis compañeras y futuras colegas de la Universidad César Vallejo, se dedicó a la enseñanza. Su batalla para eliminar las minas terrestres y conseguir un acuerdo mundial que prohibiera su fabricación y distribución es un claro reflejo de cómo una educadora puede convertir su indignación en una iniciativa de alcance mundial. Me veo reflejada en ella, ya que, salvando las distancias, a todas nos impulsa lo mismo: la creencia de que la formación y el activismo sincero tienen el poder de modificar el mundo que nos rodea.

 

Al concluir este artículo, me embargó la convicción de que podemos continuar sembrando pequeñas semillas de paz desde nuestro propio entorno. La paz no se levanta solo con extensos debates políticos; se levanta en los salones de clase, en los recreos, en las familias, en cada palabra de ánimo, en cada muestra de respeto hacia lo diferente. La lectura de Malcangio y Ficarelli me ratificó que la dedicación por la paz nace en lo ordinario, en la labor silenciosa y constante que realizamos quienes vemos la enseñanza como una vocación. Hoy, más que nunca, ser maestra implica no solo impartir conocimientos, sino también cultivar humanidad. Todos tenemos la capacidad de cambiar el mundo, y esa transformación empieza con la elección de esforzarnos por ser mejores individuos.

 

Noticias relacionadas