El anime ha dejado de ser solo entretenimiento: hoy se estudia como fenómeno cultural capaz de interpelar emociones, ideologías y estructuras sociales.
Cada 9 de mayo se celebra el Día de Gokú, en homenaje a uno de los personajes más icónicos del anime japonés. Esta fecha, que nació oficialmente en Japón y que ha sido adoptada por miles de fans en todo el mundo, es también una oportunidad para reflexionar sobre el valor del anime como objeto de análisis académico y cultural.
Lejos de ser solo una forma de entretenimiento, el anime se ha consolidado como una plataforma donde se representan tensiones sociales, políticas y emocionales contemporáneas. Incluso ha sido utilizado como tema central en investigaciones, ensayos y tesis de grado. En ese contexto, conversamos con el escritor y crítico cultural J.J. Maldonado, autor del libro Narrativa mesiánica: animes al rescate de la ficción, publicado por el Fondo Editorial de la Universidad César Vallejo, quien nos compartió su visión sobre el rol del anime en el ámbito académico y su potencial como herramienta de análisis social.
¿Qué elementos del anime crees que lo convierten en un objeto válido de estudio académico?
El anime y el manga funcionan como artefactos culturales donde confluyen tensiones políticas, rupturas narrativas y experimentaciones de género que lo hacen clave para leer el presente. En sus relatos se despliega una crítica constante al poder, a la tecnocracia, al orden patriarcal y a las lógicas del trauma colectivo, a través de estéticas que combinan lo íntimo y lo épico sin rendirse al realismo ni a las formas convencionales de la ficción occidental.
Creo que muchas veces su fuerza radica en el desborde: mundos hipercomplejos, mitologías remezcladas, personajes que no encajan en categorías binarias, cuerpos que mutan, géneros que se cruzan. Mientras la narrativa tradicional se encapsula en la autoficción o en modelos ya agotados, el anime propone una reactivación radical del imaginario, una utopía estética donde la ficción vuelve a ser peligrosa, política y profundamente humana. Todo esto lo hace un fenómeno válido para cualquier acercamiento académico o literario.
En tu ensayo, abordas la "narrativa mesiánica" en el anime. ¿Podrías explicar este concepto y cómo se manifiesta en series como Dragon Ball?
La “narrativa mesiánica” no alude a historias religiosas ni a figuras redentoras en sentido literal, sino a relatos capaces de potenciar el vínculo entre ficción y experiencia, de devolverle a la narración su poder de transformación simbólica y emocional.
En ese marco, el anime se posiciona como una forma mesiánica de la ficción. Dragon Ball Z, leído desde ese marco, no es solo una saga de peleas interminables, sino también podría entenderse como una pedagogía emocional del sacrificio, la perseverancia, la comunidad y la mutación identitaria. Su política está en cómo construye comunidad desde la diferencia, en cómo insiste en salvar incluso al enemigo, en cómo plantea un héroe que no lidera desde el control sino desde la entrega. En un mundo donde la ficción se ha vuelto cínica o minimalista, Dragon Ball Z sigue creyendo en la potencia mítica del relato para pensar lo humano.
¿Has encontrado ejemplos de tesis o investigaciones académicas que analicen el anime desde perspectivas sociológicas o filosóficas?
Sí. Pienso, por ejemplo, en algunos de los trabajos que cité en mi libro: las tesis doctorales La construcción de la identidad en la obra de Hayao Miyazaki, memoria, fantasía y didáctica de Laura Montero Plata; La Narrativa Cross-Media en el Ámbito de la Industria Japonesa del Entretenimiento: Estudio del Manga, el Anime y los Videojuegos de Manuel Hernández Pérez, El cine de animación japonés: un estudio analítico de la obra de Satoshi Kon de José Rodríguez de León y Animación japonesa. Análisis de series de anime actuales de Antonio Horno López, quien transformó su trabajo doctoral en el libro El lenguaje del anime: del papel a la pantalla. Y en cuanto a Perú, tesis como las de Alessandra Gamarra Stagnaro (Naruto) o de Wilder Ramos Palacios de la UCV (con Dragon Ball Z), pero también los libros En el jardín de lirios: el amor entre mujeres en la cultura pop japonesa de Alexandra Arana Blas y Tokusatsu de Gabriel Muñoz Tancún.
¿Cómo crees que el análisis académico del anime puede contribuir a una comprensión más profunda de la cultura contemporánea?
Analizar académicamente el anime permite mapear las tensiones, deseos y contradicciones de la cultura contemporánea con una precisión que otras formas ya no alcanzan. El anime opera como un espejo hipersensible de lo que somos: tematiza la precariedad afectiva, la crisis de los roles de género, la ansiedad por el futuro, el colapso ecológico o la soledad urbana, pero lo hace a través de universos narrativos que no temen la exageración ni la mezcla de géneros. En ese exceso visual y emocional hay una lectura crítica del presente.
Estudiar anime es leer los síntomas de una generación globalizada, fragmentada, pero hambrienta de sentido, y eso lo convierte en una herramienta clave para entender cómo se construyen las subjetividades y las emociones hoy.
¿Qué mensaje le darías a quienes consideran que el anime es solo entretenimiento y no merece un análisis académico serio?
Les diría que subestimar al anime es como juzgar un clásico literario por su mala portada o a un clásico del cine por su pésimo afiche. En tiempos donde la ficción tradicional ha perdido vigor, el anime sigue creando mundos complejos, personajes con grietas humanas y tramas que dialogan con lo político, lo espiritual y lo tecnológico. Ignorarlo es ignorar una de las expresiones más potentes de la sensibilidad global actual.
Sobre Narrativa mesiánica: animes al rescate de la ficción
Publicado por el Fondo Editorial de la Universidad César Vallejo, el libro de J.J. Maldonado propone una relectura del anime como una de las últimas reservas de imaginación crítica en el mundo contemporáneo. A través del análisis de obras como Neon Genesis Evangelion, Dragon Ball Z, One Piece, Naruto o Akira, el autor traza una línea que conecta la emoción con la política, la épica con lo íntimo, y la cultura popular con el pensamiento filosófico. Con una escritura ensayística que combina teoría y sensibilidad, Narrativa mesiánica invita a repensar el valor del anime no como objeto de consumo, sino como una vía de resistencia simbólica en tiempos de saturación narrativa.
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