La inseguridad ciudadana, impulsada por la creciente ola de extorsiones que afecta diversas ciudades del país, ha escalado a un nivel alarmante, impactando no solo la tranquilidad de las comunidades, sino también en el ambiente académico. Como docentes de Administración, este contexto nos desafía a replantear nuestras metodologías y adaptarnos para garantizar que, a pesar de las adversidades, nuestros estudiantes puedan desarrollar habilidades blandas esenciales para su futuro profesional. La seguridad, la empatía y la resiliencia son valores que, en este entorno, se vuelven aún más relevantes. Nuestra responsabilidad es crear un ambiente de aprendizaje donde estas competencias se puedan cultivar a pesar del contexto social adverso.
En muchos casos, los estudiantes traen consigo una carga emocional considerable a las aulas, producto de su exposición directa o indirecta a situaciones de extorsión e inseguridad en sus comunidades. Este panorama repercute en su disposición para participar en clases y afecta su nivel de confianza y bienestar. El rol de los docentes es actuar como agentes de apoyo, reconociendo las realidades que enfrentan nuestros estudiantes, promoviendo la empatía y ofreciendo un entorno de clase que, ante todo, sea un refugio seguro y positivo. Nos esforzamos en asegurar que cada estudiante sienta que el aula es un espacio donde puede desarrollarse sin temor, algo que hacemos mediante el fomento de la colaboración y la comunicación abierta, promoviendo una cultura de respeto mutuo y apoyo.
Desde una perspectiva pedagógica, hemos venido adaptando nuestras metodologías para abordar estas realidades, especialmente en lo que respecta a la enseñanza de habilidades blandas. Este contexto requiere que prioricemos el fortalecimiento de competencias como la inteligencia emocional, la gestión del estrés y el trabajo en equipo, integrándolas en la currícula de manera directa y práctica. Por ejemplo, a través de simulaciones de situaciones críticas, prácticas de resolución de conflictos y ejercicios de comunicación, los estudiantes pueden aprender a manejar tensiones y a trabajar en grupo, independientemente de la situación externa. Al integrar estos temas en los contenidos curriculares, ayudamos a los estudiantes a forjar resiliencia y adaptabilidad, habilidades cruciales en un contexto social inestable.
La universidad exige un enfoque centrado en el estudiante, que, en estas circunstancias, implica escuchar activamente sus inquietudes, implementar canales de comunicación de apoyo y brindar recursos que puedan ayudarlos a lidiar con el estrés relacionado con la inseguridad. Nos esforzamos en colaborar con servicios de asesoramiento psicológico y programas de acompañamiento, permitiendo que los estudiantes encuentren el respaldo necesario para enfocarse en su aprendizaje. Como educadores, también promovemos el diálogo sobre la importancia de la seguridad personal y comunitaria, enfatizando que, aunque la inseguridad es un problema latente, hay formas de desarrollar sus habilidades y potencial de manera integral y segura en el ambiente académico.
A través de la implementación de aulas integradoras y seguras, logramos construir un clima en el que los estudiantes pueden compartir sus experiencias y aprender de forma colaborativa. Facilitamos un espacio donde la práctica de las habilidades blandas no solo ocurre en función de la teoría, sino también en la praxis de un entorno de respeto y comprensión mutua, alineado con los estándares de calidad universitaria. La universidad proporciona los lineamientos, pero somos nosotros, los docentes, quienes ponemos en práctica estos valores, contribuyendo al desarrollo integral de los estudiantes y mostrando que, incluso en tiempos de adversidad, es posible cultivar líderes responsables, éticos y resilientes.
En conclusión, la inseguridad ciudadana y el contexto de extorsión plantean desafíos importantes para el desarrollo de habilidades blandas en los estudiantes de Administración. Es importante adaptar nuestras metodologías y ofrecer apoyo constante para generar un ambiente de aprendizaje seguro y de alta calidad, donde los estudiantes puedan desarrollar las competencias necesarias para enfrentar no solo los desafíos académicos, sino también las realidades sociales del país.