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Procrastinación académica y adicción a redes sociales en jóvenes de la región San Martín

Por: Mtra. Sandy Greys Pezo Larreategui
Docente del Programa SUBE
Campus Tarapoto
octubre 9, 2025
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En estos tiempos, el teléfono celular es casi una extensión de la mano. Entre notificaciones, videos y publicaciones, las redes sociales han pasado de ser un simple pasatiempo a un espacio donde pasamos gran parte del día. Para los jóvenes, plataformas como Facebook, Instagram o TikTok son mucho más que entretenimiento: son el lugar donde se informan, conversan, comparten y, a veces sin darse cuenta, pasan horas que quizá estaban destinadas a otras cosas… como estudiar.

 

Este hábito trae consigo un fenómeno muy común, pero poco admitido: la procrastinación académica. En palabras simples, es dejar para después las tareas importantes para hacer algo más divertido o fácil en el momento. ¿El problema? Que ese “después” muchas veces llega con prisas, estrés y resultados que no son los mejores.

 

En la región San Martín, esta situación es evidente. La falta de espacios recreativos presenciales y la presión por mantener una imagen en línea alimentan la necesidad de estar conectados todo el tiempo. El riesgo no es solo académico: también puede afectar la autoestima, el estado de ánimo y hasta las relaciones personales.

 

Algunos datos que llaman la atención

 

  • La mayoría de los estudiantes admite que pospone tareas académicas para pasar tiempo en redes sociales.
  • A nivel global, más de la mitad de la población usa activamente estas plataformas.
  • En Perú, más del 90 % de jóvenes de 18 años tiene al menos una cuenta activa.
  • El tiempo de conexión promedio supera las 3 horas diarias en muchos casos.
  • Las redes ofrecen gratificación inmediata, mientras que los logros académicos requieren más tiempo y esfuerzo.

 

¿Por qué las redes y la procrastinación se llevan tan bien?

 

La explicación es sencilla: las redes sociales nos premian al instante. Un comentario, un “me gusta” o un mensaje generan una sensación de satisfacción inmediata. En cambio, estudiar para un examen o terminar un proyecto requiere más tiempo y disciplina, y la recompensa se ve mucho después.

 

Esto lleva a que nuestro cerebro se incline por lo rápido y gratificante, relegando lo que requiere más dedicación. Si a eso añadimos la presión de “estar siempre al día” en redes, obtenemos la combinación perfecta para caer en la procrastinación.

 

Factores que alimentan este hábito

 

Podríamos considerar los siguientes:

 

  1. Falta de organización: no tener horarios claros para estudiar.
  2. Distracciones constantes: notificaciones, mensajes y videos que interrumpen la concentración.
  3. Baja motivación: falta de interés o confianza en la tarea que se debe hacer.
  4. Diseño adictivo de las plataformas: contenido pensado para que no podamos dejar de mirar.

 

Si este hábito no se controla, no solo se afecta el rendimiento académico. También puede provocar problemas emocionales, como ansiedad, estrés o baja autoestima. Además, los jóvenes pueden perder oportunidades valiosas de aprendizaje y desarrollo personal.

 

¿Qué podemos hacer?

 

  • Organizar el tiempo: establecer horarios fijos para el estudio y el descanso.
  • Poner límites al uso del celular: usar temporizadores o aplicaciones que controlen el tiempo en redes.
  • Buscar espacios de estudio libres de distracciones.
  • Combinar estudio con ocio saludable: deportes, actividades artísticas, lectura recreativa.
  • Aprender a decir “no por ahora” a la tentación de revisar el teléfono.

 

Conclusión

 

Las redes sociales forman parte de nuestra vida y no van a desaparecer. El desafío está en aprender a usarlas a nuestro favor, sin que se conviertan en una barrera para nuestros objetivos. Un uso consciente y equilibrado puede transformar estas herramientas en aliadas del aprendizaje y el crecimiento personal.

 

Los medios sociales forman parte de nuestra vida diaria y seguirán evolucionando. No se trata de demonizarlas, sino de reconocer el impacto que pueden tener cuando no establecemos límites claros. Aprender a equilibrar su uso con nuestras responsabilidades académicas es una habilidad clave para el presente y el futuro.

 

Procrastinar puede parecer inofensivo en el momento, pero acumulado día tras día, roba oportunidades de crecimiento personal y profesional. Cada hora perdida en distracciones podría ser una hora ganada para avanzar en nuestros sueños.

 

Si logramos usar la tecnología de forma consciente, podremos transformar las redes en aliadas: un espacio para aprender, inspirarnos y conectar, sin que nos alejen de nuestras metas. La decisión está en nuestras manos.

 

¿Estamos educando a nuestros jóvenes para que usen las redes sociales como herramienta y no como obstáculo para su futuro?

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