En la víspera del Día del Padre, reflexionamos sobre la importancia del rol y la presencia de los padres en la formación de sus hijos. Esta celebración se remonta a junio de 1910, en Spokane, Washington, cuando Sonora Smart Dodd quiso rendir homenaje a su padre, William Jackson Smart, un veterano de guerra que educó solo a sus seis hijos después de que su esposa muriera. Fue así como la figura paterna comenzó a ser reconocida públicamente.
En 1972, el presidente Richard Nixon declaró el Día del Padre como una celebración nacional en Estados Unidos. Esta conmemoración terminó por extenderse en muchos países de Latinoamérica y el resto del mundo, que eligieron el tercer domingo de junio para celebrarlo.
Esto nos lleva a preguntarnos, ¿cuál es el verdadero rol que desempeña el padre en la crianza de los hijos? Para algunos, la contribución económica, a veces insuficiente, suele ser el único aporte que muchos consideran parte de su rol como padres. Sin embargo, el padre no es solo un “apoyo secundario” en la crianza; él es un agente activo e insustituible en el desarrollo de los hijos. Su influencia va más allá de lo económico: debe involucrarse afectiva, educativa y moralmente. Cuando un padre está presente, disponible y comprometido, los hijos tienen mejores probabilidades de convertirse en adultos emocionalmente sanos y socialmente responsables.
Diversos estudios han señalado que la falta de afecto paterno y el abandono pueden configurar perfiles de vulnerabilidad en los niños y adolescentes, lo que afecta su desarrollo y bienestar emocional, su rendimiento académico, su autoestima y su capacidad para establecer relaciones saludables.
Sin importar el estado de la relación entre los padres. En ocasiones, las separaciones son inminentes, y forzar relaciones, lejos de ayudar, perjudica el entorno familiar. El padre no debe desentenderse de su labor. Debe procurar crear un ambiente saludable para sus hijos, donde se desarrollen intelectual, emocional, física y socialmente.
Siempre he escuchado a los hombres comentar sobre la escasa visibilidad y el poco despliegue emocional que tiene la festividad por el Día del Padre en comparación con el Día de la Madre. Quizá la respuesta la podamos descifrar en los párrafos anteriores. Son nuestros actos los que nos definen, pero ¿quiénes somos nosotros para juzgar? Dejemos esa misión a nuestros hijos.
Querido padre de familia, que has hecho de la paternidad un acto de amor, entrega y responsabilidad, quiero reconocer tu labor, agradeciéndote por compartir tiempo de calidad, saber escuchar y saber abrazar a tus hijos, generando así un impacto positivo en sus vidas.
De igual modo, es importante extender un reconocimiento y admiración a aquellos padres que, al convertirse en abuelos, han asumido la crianza directa de sus nietos. Aun cuando ellos ya cumplieron con su rol parental y, en muchos casos, se encuentran en una etapa de su vida donde necesitan descanso, cuidados y apoyo, han aceptado voluntariamente esta noble labor, sin esperar recompensa alguna, más que la sonrisa y el tierno abrazo de sus nietos.
Es momento de reflexionar sobre los retos que aún enfrenta la paternidad en nuestra sociedad: la ausencia, la falta de afecto o la necesidad de construir nuevos modelos más sensibles y equitativos. Que este día no sea solo una celebración, sino una oportunidad para valorar, transformar y fortalecer el rol del padre como guía, ejemplo y compañero de vida. ¡Feliz Día del Padre!