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¿La castración química es una opción viable para frenar los abusos sexuales?

Por: Universidad César Vallejo
abril 23, 2022
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Los recientes hechos ocurridos en nuestro país, de secuestro y abuso sexual contra menores de edad, han puesto sobre relieve argumentos legales que han llevado a plantear el proyecto de ley desde el Ejecutivo: la castración química contra violadores de menores de edad, adolescentes y mujeres, como posible solución a que atroces delitos continúen cometiéndose en nuestro país. La castración química debe entenderse como la administración de medicamentos antiandrogénicos que anulan las funciones de las hormonas masculinas y están destinados a reducir la libido o deseo sexual, lo cual reduce la actividad sexual y algunas de sus fantasías para impedir que los agresores sexuales, pederastas y otros delincuentes sexuales reincidan en su conducta. Por otro lado, el abuso sexual infantil no es un problema nuevo, sino una de las formas de maltrato infantil que acompañó al desarrollo del hombre durante toda su historia. Se habla de efectos a largo plazo cuando estos se encuentran a partir de los dos años siguientes a la experiencia de abuso; se presentan aproximadamente en un 20 % de las víctimas de abuso sexual infantil, y constituye un importante factor de riesgo para el desarrollo de una gran diversidad de trastornos psicopatológicos en la edad adulta. Entre los principales problemas psicológicos que enfrenta la víctima tenemos: Problemas emocionales: destacan los trastornos depresivos y bipolares; los síntomas y trastornos de ansiedad, trastorno por estrés postraumático; el trastorno límite de la personalidad; así como las conductas autodestructivas (negligencia en las obligaciones, conductas de riesgo, ausencia de autoprotección, entre otras); las conductas autolesivas; las ideas suicidas e intentos de suicidio; y la baja autoestima. Problemas de relación: el área de las relaciones interpersonales es una de las que suele quedar más afectada, presenta dificultades en el establecimiento de relaciones con los coetáneos y dificultades en los padres como pareja. Problemas de conducta y adaptación social: se observan mayores niveles de hostilidad en víctimas de abuso sexual infantil, mayor presencia de conductas antisociales y trastornos de conducta, mayor riesgo de huida del hogar. Problemas funcionales: las víctimas presentan dolores físicos sin razón médica que los justifique, se observan algunas cefaleas, fibromialgias y trastornos gastrointestinales, trastornos de la conducta alimentaria. Problemas sexuales: presencia de problemas de tipo sexual en víctimas de abuso sexual infantil, como una sexualidad insatisfactoria y disfuncional, conductas de riesgo sexual. Revictimización: se entiende la experiencia posterior de violencia física o sexual en víctimas de abuso sexual infantil por agresores distintos al causante del abuso en la infancia. Transmisión intergeneracional: un niño maltratado tiene alto riesgo de ser perpetrador de maltrato en la etapa adulta a su pareja o a sus hijos. Sobre la viabilidad de esta medida preventiva ante los abusos sexuales, voces especializadas afirman que la castración química no impide que el agresor siga violando. Si bien esta logra la inhibición casi total de la erección, los depredadores sexuales pueden valerse de otros medios físicos para seguir violando, más allá de usar o no el miembro viril.  Por otro lado, se ha hecho hincapié en el costo y la vigilancia que habría que implementar para que los medicamentos lleguen hasta un centro de reclusión, en un contexto de falencias por parte del sistema penitenciario.  Desde una perspectiva de la psicología, la aplicación de la castración química puede resultar un procedimiento con efectividad cuestionable y con efectos secundarios importantes, el cual puede generar dilemas éticos, clínicos y sociales, acerca de la autonomía y la dignidad del pedófilo y del pederasta. Sin embargo, no solo se deben proponer leyes para abordar el problema de la conducta sexual patológica, sino promover desde el seno familiar el desarrollo de valores, a través de un funcionamiento familiar cohesionado, con una activa participación responsable de los padres y una educación basada en el respeto mutuo y el afecto.
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