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Aprender con ciencia, no con mitos: lo que debes saber del cerebro

Por: Dra. Teresa Vela Vásquez
Docente del Programa SUBE
Campus Tarapoto
mayo 19, 2025
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En las últimas décadas, la neurociencia ha jugado un papel importante en la educación y ofrece un progreso prometedor a medida que el cerebro humano aprende. Sin embargo, varios mitos o “neuromitas” han surgido a la par de los descubrimientos, influyendo directamente en las prácticas educativas. Es curioso que, incluso con la tecnología tan avanzada, se perciba desconfianza en la función cerebral. Estas creencias erróneas no solo son ampliamente reconocidas en la sociedad, sino que también afectan negativamente la manera en que se enseñan en nuestras clases.

 

Uno de los mitos más comunes es el famoso “usamos solo el 10 % de nuestros cerebros”. Este concepto ha sido popular incluso en figuras científicas como el psicólogo William James; sin embargo, no tiene una base sólida. De hecho, los estudios progresivos de neuroimagen, como la resonancia magnética funcional y la tomografía de emisión de positrones, han demostrado que el cerebro está completamente activo, incluso cuando estamos en reposo. En tal sentido, es importante afirmar que el cerebro siempre se mantiene activo en su totalidad, ya que tiene potencial para activarse de acuerdo con las tareas que realizamos.

 

Por otro lado, existe la creencia de que “si los estudiantes no beben suficiente agua, su cerebro se encoge”. Este mito ha ganado fuerza en algunos círculos educativos; sin embargo, es importante entender que, aunque la hidratación es importante para la salud en general, no hay evidencia de que tenga un impacto directo en la estructura del cerebro. En este sentido, el aporte de Pajares en el año 1992 atestigua que la cantidad de agua necesaria es diferente para cada persona y, aunque una ligera deshidratación puede afectar temporalmente el rendimiento, no significa que el cerebro sufra daño estructural.

 

También existe la idea incorrecta de que las personas solo pueden aprender ciertas habilidades en “períodos críticos”, especialmente en la infancia. Es cierto que la plasticidad cerebral es mayor en los primeros años; no significa que el aprendizaje se detenga en la edad adulta. Estudios de Johnson y News han demostrado que aprender un nuevo idioma en la infancia resulta sencillo; sin embargo, los adultos también pueden hacerlo, pero requiere un mayor esfuerzo. Esto indica que el cerebro mantiene la capacidad de adaptarse y aprender en todas las etapas de nuestra vida.

 

De otro lado, un mito ampliamente difundido entre maestros y padres es la creencia de que los estudiantes poseen “estilos de aprendizaje” fijos: visual, auditivo y kinestésico. Aunque esta teoría ha sido aceptada, no tiene suficiente evidencia científica que la respalde, ya que el aprendizaje efectivo depende del uso de diferentes enfoques asociados con distintas áreas del cerebro, sin limitarse a un estilo de aprendizaje. Esta creencia puede reducir el potencial de los estudiantes al limitar su acceso a varias estrategias educativas que pueden mejorar su desarrollo cognitivo.  En tal sentido, un enfoque dinámico y variado para la enseñanza, combinando diferentes métodos, es más efectivo para promover el aprendizaje profundo y a largo plazo.

 

En este contexto, los ejercicios que combinan habilidades motoras y de percepción también se consideran una forma de mejorar el rendimiento académico, especialmente en áreas como las habilidades de lectura. Según Cameron, aunque existe un vínculo entre el desarrollo motor y las matemáticas, la lectura y la autorregulación, no se puede confirmar que los ejercicios motores mejoren directamente las habilidades de lectura. Esto nos recuerda que la relación entre las habilidades cognitivas y motoras es difícil y no siempre es la solución más efectiva.

 

Importancia de la evidencia científica en la educación

 

La prevalencia de estas “neuromitas” es el resultado de una combinación de factores, como la información errónea en los medios, la falta de actualización de los programas educativos de los maestros y la tendencia a simplificar los conceptos complejos.  Por ello, es indispensable erradicar estos mitos para que la educación sea más efectiva y se adapte a los avances científicos actuales. Por lo tanto, es necesario que los educadores reciban capacitación continua y neurocientífica. Aunque la neuroeducación para muchos es nueva, tiene un gran potencial para transformar las prácticas educativas, ya que ofrece herramientas valiosas que deben incluirse en el aula de manera reflexiva y cuidadosa.

 

Debemos orientarnos en estudios científicos que nos sirvan de soporte para comprender cómo el cerebro realmente está aprendiendo y no ceñirnos a ideas -previamente adoptadas- erróneas. Además, los docentes deben reconocer que el cerebro es plástico, pues el ser humano está en la capacidad de aprender y adaptarse soberanamente acorde a la edad y el tiempo.

 

Conclusión

 

Resulta imperativo que las ideas tradicionales o mitos se destruyan y el enfoque de educación se adopte basándose en evidencia científica. Más allá de la popularidad, los mitos pueden causar decisiones incorrectas que afecten negativamente el proceso de aprendizaje. Combatir estos falsos puntos de vista y reemplazarlos con los principios respaldados por la neurociencia puede mejorar en gran medida la calidad de la educación y promover un entorno de aprendizaje más efectivo y enriquecedor para todos los estudiantes. El camino hacia la educación de calidad está experimentando la integración de los hallazgos científicos en el aula y la cooperación de la neurociencia. Si los maestros y líderes políticos se basan en estudios con argumentos sólidos, podemos garantizar un desarrollo cognitivo y emocional más completo para los estudiantes y prepararlos para desafíos futuros con una comprensión realista y matizada de cómo aprenden.

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