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San Martín: ¿cómo el cambio climático está transformando nuestra realidad?

Por: MSc. Magna Consuelo López del Castillo
Docente de la Escuela de Ingeniería Civil
Campus Tarapoto
marzo 4, 2025
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Debido a las características fisiográficas de la región San Martín, la ocupación desordenada del territorio sin previa planificación urbana o rural, la idiosincrasia de la mayoría de la población ribereña ubicada a lo largo de los principales ríos: Huallaga, Mayo, Huayabamba, Sisa, Tónchima, Cumbaza, entre otros; siempre hubo un porcentaje de la población que terminaba afectada por inundaciones a causa del desborde de ríos y deslizamientos ocasionados por lluvias intensas, las cuales suelen estar acompañadas de fuertes vientos o descargas eléctricas.

 

Desde hace aproximadamente una década, estas afectaciones se han incrementado, elevando el número de afectados y damnificados (que lo pierden todo). Entonces, frente a estos cambios visibles, nos preguntamos: ¿qué nos pasó?

 

Sin embargo, la mayoría vivimos esperando que suceda la emergencia o el desastre, porque sabemos que el Estado nos va a brindar ayuda debido a que es un derecho constitucional que tenemos.

 

¿Qué hacemos para que el impacto de estos eventos naturales sea mínimo? Poco o nada. En primer lugar, no asumimos que estamos expuestos a muchos peligros naturales o inducidos por actividades antrópicas. Es más, aún no entendemos la dimensión de los cambios ocurridos en el clima. Ahora ya no disfrutamos de los días soleados, por el contrario, no lo soportamos y obligatoriamente tenemos que cubrirnos y protegernos del sol, mientras que las lluvias cada vez son más temerarias, pese a no vivir en las riberas.

 

En efecto, cada lluvia intensa desencadena deslizamientos, inundaciones por desborde de ríos o simplemente anega las viviendas y calles. ¿Por qué ocurre esto? Porque, actualmente, las lluvias son cada vez más fuertes y con mayor volumen.

 

¿Cómo así?

 

Por un lado, el calentamiento global provoca mayor derretimiento de los casquetes polares, lo que significa que en la actualidad existe mayor cantidad de agua líquida en el planeta, sobre todo en los mares y océanos. Por otro lado, produce mayor evaporación, es decir, mayor cantidad de agua en la atmósfera en forma de nubes.

 

Sin embargo, la misma temperatura ambiental hace que la evaporación del agua se eleve en mayor medida hasta poder alcanzar el aire fresco en la atmósfera para su condensación y, en algunos casos, se precipite en forma de lluvia (o granizo algunas veces).

 

Ahora las lluvias se forman a mayor altura y con mayor volumen, ocasionando que al caer incremente su aceleración. Por lo tanto, su impacto es más fuerte, desencadenando rápidamente en inundaciones, deslizamientos, anegaciones y más daños en las viviendas, calles y otras infraestructuras.

 

Tomando en cuenta lo analizado anteriormente, podemos responder a la interrogante: ¿cuándo empezó el calentamiento global? La respuesta es a inicios del siglo XIX cuando empezó la utilización del carbón y la quema del combustible fósil; sin embargo, la generación del momento no fue consciente de las futuras consecuencias, por el contrario, celebró el avance porque era parte de la revolución industrial y el surgimiento de grandes fábricas. Lamentablemente, el desarrollo sostenible no era un principio en aquellos tiempos.

 

¿Qué sucedió desde entonces?

 

Desde aquel momento se han incrementado los famosos gases GEI (gases de efecto invernadero), como el dióxido de carbono, metano, óxido nitroso, fluorocarbonatos, entre otros.

 

¿Qué efectos causan los gases de efecto invernadero? Sobre todo, el dióxido de carbono y el metano, impiden que los rayos solares que entran a la atmósfera reboten en la tierra y puedan salir al espacio, generando un incremento de la temperatura ambiental año tras año.

 

De otro lado, es conocido que los países más desarrollados son los más contaminantes. ¿Será posible que un día dejen de hacerlo y paralicen sus actividades? La respuesta a esta interrogante es que el cambio climático continuará, sus efectos serán cada vez más adversos e irreversibles. Cabe mencionar que las personas más afectadas son aquellas en situación de pobreza, que según el INEI (2017) son el 23 % de la población.

 

Pues bien, sabiendo que hay un gran porcentaje de la población en situación de riesgo ante inundaciones por desborde de río y deslizamientos, desencadenados por las lluvias intensas, es importante preguntarnos cómo estamos trabajando para reducir la vulnerabilidad e incrementar la resiliencia.

 

La población debe conocer que los cambios que se vienen experimentando en el clima por ahora son irreversibles. Por lo tanto, la mejor opción que tenemos es aprender a reducir la vulnerabilidad a la que estamos expuestos y adaptarnos para ser más resilientes ante las adversidades. Esto implica la asimilación y aceptación de la realidad climática y la predisposición para adaptarnos asumiendo nuevas responsabilidades personales y comunitarias. Para lograr ello, se debe enfatizar en los principios de la gestión de riesgo de desastres y trabajar con más esmero en sus diferentes etapas: prevención, reducción, preparación, respuesta, rehabilitación y reconstrucción. En este objetivo ayudaría mucho que se fortalezcan las relaciones interinstitucionales y se compartan objetivos comunes.

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